Sensei Chojun Miyagi, nació el 25 de abril de 1888, en Naha.
El padre de Sensei Miyagi se llamaba Chosho Miyagi. Era el tercer hijo de la familia Miyagi. Cuando Sensei Chojun Miyagi tenía cinco años, el sucesor de la familia principal falleció. Así, sensei Chojun Miyagi fue adoptado como heredero por la familia principal, aun cuando era el primer hijo de su padre.Asimismo, cuando Sensei Chojun Miyagi tenía once años, su madre lo llevó a un maestro de karate llamado Ryuko Aragaki (Sensei Ryuko Aragaki es el abuelo de Shuichi Aragaki, que fue asesor de la Federación internacional del Goju Ryu Karate-do de Okinawa).Habiendo vivido los duros y tumultuosos años de la restauración Meiji y de la guerra chino-japonesa, la madre de Sensei Miyagi estaba convencida de que un hombre tenia que se mental y físicamente fuerte, a fin de enfrentarse al mundo como cabeza de familia.En el dojo del maestro Sensei Ryuko Aragaki, Sensei Miyagi se habia entrenado principalmente usando el makiwara, el chishi y el nigiri-game que se utilizaban para fortalecer y desarrollar los músculos. El maestro presentó su joven discípulo a su amigo Sensei Kanryo Higaonna cuando Sensei Miyagi tenía catorce años.Debido a que su fama se había extendido por Naha, mucha gente acudió a Sensei Kanryo Higaonna para convertirse en su discípulo. Pero aquél no tomaba a nadie como discípulo, a menos, que creyese que el individuo tenía una personalidad que le hiciera capaz de la disciplina necesaria para el estudio serio del karate. Incluso después de haberlos aceptado como su estudiantes, Sensei Kanryo Higaonna obsevaba su comportamiento, para convencerse de que se tomaba en serio el estudio del karate.El joven Sensei Miyagi hacía todos los trabajos de limpieza y barrido de la casa, desherbaje del jardín, corte de leña y acarreo de cubos de agua con mucho entusiasmo. Cuando era pequeño, con frecuencia ayudaba en las tareas domesticas. Al final, Sensei Kanryo Higaonna aceptó a Sensei Miyagi como su discípulo personal, y comenzó a enseñarle su arte, Naha-te. Por aquel entonces, Sensei Miyagi no estaba todavía seguro de que fuese a continuar practicando el karate toda su vida, pero ya lo amaba más que ninguna otra cosa.